Comentario
Tenidos tradicionalmente como los grandes aliados del poder monárquico contra los grupos privilegiados, parece, sin embargo, que los letrados también pudieron formar estrategias de acción de exclusiva resonancia estamental. Cada vez más presentes en todos los ámbitos de la regia oficialidad, desde los consejos a los corregimientos, sin olvidar secretarías, chancillerías y audiencias, los letrados acabaron convirtiéndose en una suerte de nuevo estado particular cuya razón de ser no era otra que la de cumplir la función de magistrados al servicio del rey para el gobierno de sus reinos. En atención a esto, los doctorados por algunas universidades lograron que se les concedieran privilegios de exención fiscal para la tributación directa.
Al hablar del mundo de corte, ya tuvimos ocasión de recordar la postura antiletrada que defendió la nobleza ante quienes les disputaban el primer lugar junto al rey. En 1598, el Marqués de Tábara protagonizó un curioso incidente con un oidor de la chancillería de Valladolid que nos permitirá recordar esa diatriba entre la ética cultural nobiliaria y el conocimiento adquirido de los letrados. Con motivo de la aparición, en poder del marqués, de unas coplas satíricas bajo el nombre de La Chacona, se motivó "un coloquio muy bueno" entre éste y el Licenciado Rodrigo de Santillán: "... le dijo (Santillán) muchas coplas tiene vuestra señoría. El respondió si vuesas mercedes las hubieran castigado no tuviera yo tantas. Don Rodrigo le dijo que a las cinco fuese a su casa a un negocio del servicio del rey y él respondió que si era negocio de coplas que las había de llevar al Presidente. Don Rodrigo dijo, al señor Presidente. El Marqués respondió, el Presidente está en el lugar del rey y decimos el rey y no el señor rey. Don Rodrigo le dijo, que conforme a las leyes había tenido obligación de llevarles luego las coplas sin mostrarlas a naide. El respondió, no es de mi profesión saber leyes. Don Rodrigo daba golpes con la vara y el Marqués le dijo, no dé vuesa merced golpes con la vara que es mala crianza y que si le querían tomar algún dicho (i.e. declaración) que casa tiene donde se le vayan a tomar".
Nuestra fuente toma parte por el Marqués ingenioso contra ese oidor que sabe muchas leyes, pero que da muestras de tan mala crianza. Frente a esta postura, los letrados defendían que su sólida formación doctrinal les permitía aconsejar al Príncipe y que, por tanto, estaban capacitados para el gobierno mejor que los hombres de capa y espada y su ensoberbecido valor innato.
Su condición de expertos jurisperitos resultaría necesaria para regir una sociedad política que, en su teoría y en su práctica, respondía a un paradigma jurisdiccionalista presidido por la vigencia de fueros y estatutos. De la misma forma que los nobles hacían pasar por ellos la defensa de las libertades de los reinos, los letrados querrán convertirse en los verdaderos y únicos intérpretes de la constitución particularista propia de la sociedad de estados.
Por ello, su fuerza como grupo radicaba en que se mantuviese este paradigma en lo sustancial, no en su sustitución por otro completamente distinto en el que no cumpliesen esa función pericial. Recurriendo a los letrados, la Monarquía ganaba espacio frente a la antigua nobleza, pero obsérvese que de esta alianza resultaba también el ascenso de aquellos como grupo privilegiado y, en definitiva, su ennoblecimiento.